DE PABLO NERUDA
Oda a la bella DESNUDA.
Con casto corazón, con ojos
puros,
te celebro, belleza,
reteniendo la sangre
para que surja y siga
la línea, tu contorno,
paraca
que te acuestes en mi oda
como en tierra de bosques
o en espuma:
aroma terrestre
o en música marina.
Bella desnuda,
igual
tus pies arqueados
por un antiguo golpe
del viento o del sonido
que tus orejas,
caracolas mínimas
del esplendido mar americano.
Iguales son tus pechos
de plenitud paralela, colmados
por la luz de la vida,
hijo igual
volando
tus párpados de trigo
que descubren
o cerraron
dos países profundos en tus ojos.
La línea que tu espalda
ha dividido
en pálidas regiones
se pierde y surge
en dos tersas mitades
de manzana
y sigue separando
tu hermosura
en dos columnas
de oro quemado, de alabastro fino,
a perderse en tus pies como en dos uvas,
desde donde otra vez arde y se eleva
el árbol doble de ni simetría,
fuego florido, candelabro abierto,
turgente fruta erguida
sobre el pacto del mar y de la tierra.
Tu cuerpo, en qué materia,
ágata, cuarzo, trigo,
se plasma, fue subiendo
como el pan se levanta
de la temperatura,
y señal colinas
plateadas,
valles de un solo pétalo, dulzuras
de profundo terciopelo,
hasta quedar cuajado
la fina y firme forma femenina?
No solo es luz que cae
sobre el mundo
la que alarga en tu cuerpo
su nieve sofocada,
sino que se desprende
de ti la claridad como si fueras
encendido por dentro.
Debajo de tu piel vive la luna.