Nació el 17 de noviembre de 1899 en Santiago. Sus padres fueron Ricardo Blest Ugarte, militar que falleció cuando Clotario
era sólo un niño; y su madre, Leopoldina Riffo Bustos,
directora de escuela, educadora de gran inquietud por los temas sociales, quien acompañó a su hijo hasta muy avanzada edad.
Pertenecían a la rama pobre de dos importantes familias de intelectuales liberales del siglo XIX: los Blest y los Gana.
Su infancia transcurrió en una casona situada en la
Alameda de las Delicias, donde observó desde pequeño
el convulsionado ambiente social que comenzaba a surgir de mano de las primeras huelgas de trabajadores que se iniciaron en
Chile a principios del siglo XX.
En 1910 ingresó al Seminario Pontificio de Santiago,
donde las enseñanzas de su profesor de Latín,
el futuro arzobispo de Santiago José María Caro,
despertaron en él su interés por las Humanidades y la
Ciencia, y su creencia en una Iglesia orientada hacia el pueblo.
No obstante, su gran maestro y padre espiritual fue
el sacerdote jesuita Fernando Vives Solar, quien le hizo
comprender la injusticia social y el deber cristiano de
entregar todo a sus semejantes sin esperar recompensa.
Comienza su lucha
A los 19 años, Clotario Blest era un joven estudioso,
sensible y de un gran misticismo. Se trasladó al Seminario
de Concepción, ciudad en la que protagonizó su primer
conato con la Iglesia en un acto de protesta en contra
del rector del Seminario. Finalmente optó por abandonar el camino al sacerdocio, y escogió la lucha cotidiana al lado de los
más necesitados.
En 1922 Blest entró a trabajar como empleado público
en la Tesorería General de la República; en forma
paralela entró a un curso de Leyes en las tardes,
pero no pudo continuar por incompatibilidad con su
trabajo.
Más tarde ingresó a la Universidad Católica a estudiar Filosofía y, por último, a la Universidad Libre a un curso de Química Superior; con ello pudo satisfacer sus inquietudes intelectuales.
Su filosofía cristiana
Clotario Blest combatió con sus ideas a la Iglesia
tradicional, que según su opinión defendía a los
poderosos silenciando el verdadero contenido de los
evangelios. Su búsqueda se tradujo en destruir al Cristo
“Rey” para resucitar al Jesús “Obrero”.
Postulaba un corporativismo cristiano como modelo
social, donde el cristianismo animara las nuevas
asociaciones, procurando la disciplina, la moralidad
y la solidaridad, frente a la anarquía moral, política,
económica e intelectual de la época.
Su filosofía cristiana sostenía que el individuo era el fin
de la sociedad y el Estado, y la finalidad de estos,
propender a su perfeccionamiento moral y material.
Sus primeros pasos en la organización sindical
Entre 1920 y 1922, Blest asistió a las charlas y
conferencias del dirigente del movimiento obrero
en Chile, Luis Emilio Recabarren. Impresionado
con sus ideas progresistas, lo siguió hasta el momento
de su muerte.
Por esos años, Blest ingresó al círculo de estudios
El Surco, creado para formar conciencia socialcristiana,
organizar sindicatos y luchar por una legislación social
justa para la clase trabajadora. En 1927 presidió la
Unión de Centros de la Juventud Católica para
organizar a la juventud obrera en la capital y provincia.
Allí conoció a su primera y única novia,
Teresa Ossandón Guzmán. Pero ambos acordaron
separarse para servir plenamente a Cristo.
Ella ingresó al Convento Carmelitas Descalzas,
donde murió en 1988, y él continuó su lucha por la
justicia social, siendo fiel hasta su muerte, tal como
lo prometiera a su novia, al celibato.
Acción social
En pleno gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, Blest
se vinculó a la Casa del Pueblo, para promover el
sindicalismo, la protección de los obreros
sindicados, y convertir estas organizaciones en la
palanca más poderosa de la democracia.
En esos años ingresó como militante al Partido
Popular, cuyo periódico, El Sindicalista, pasó a ser
la tribuna en la cual dio a conocer su pensamiento
político.
Entre 1928 y 1939 formó parte de la Liga Social de
Chile, que adhirió a la República Socialista
y al Frente Popular.
La Asociación Nacional de Empleados Fiscales
En 1943 los empleados fiscales formaron la
Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF),
quedando presidida por Clotario Blest.
Esta organización se planteó la justicia social y la
confraternidad humana, junto al perfeccionamiento
económico, cultural y social de los empleados públicos.
Líder de la Central Única de Trabajadores
El 15 de febrero de 1953 nació la Central Única
de Trabajadores (CUT), quedando presidida por
Clotario Blest. Se cumplía así el sueño de su vida,
el de la unidad del movimiento obrero.
Blest se convirtió en el líder indiscutible de esta nueva
organización, dada su capacidad de aunar el amplio
espectro ideológico sindical, privilegiando por sobre
las posiciones políticas e ideológicas, las defensa
férrea de los derechos de los trabajadores.
Perseguido
En 1954 Blest fue confinado por primera vez a la Cárcel
Pública por órdenes del Presidente Ibáñez
del Campo, tras haber pronunciado un encendido
discurso en el que se refirió a él como el “traidor de la clase obrera y de la Nación”.
Luchó férreamente en favor de la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia, llamada Ley Maldita, dictada por el presidente Gabriel González Videla. Denunció también los privilegios de las Fuerzas Armadas y Carabineros en desmedro de la clase trabajadora.
Desde ese momento y hasta 1961, fecha en que abandonó
la presidencia de la CUT, debió afrontar la persecución
y los arrestos de parte de los gobiernos de turno,
y las divisiones sindicales dentro de la misma
central. Protagonizaría la huelga de trabajadores más
numerosa en la historia de Chile: la de 1955 en contra del Presidente Ibáñez.
Defensa de los Derechos Humanos
Clotario Blest fue un gran admirador de Gandhi
y Martin Luther King. Siguió la senda de estos
maestros de la no violencia activa. Durante el régimen
militar encabezado por el general Augusto Pinochet
asumió la lucha en contra de la violación a los
Derechos Humanos, liderando manifestaciones, tomas y ayunos.
Desde 1970 dirigió la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos y en 1976 fundó, en su propia casa, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, junto al cardenal Raúl Silva Henríquez
y el sacerdote Cristián Precht, vicario de la Solidaridad.
El Premio de la Paz
Su importante rol en la defensa de los derechos
humanos le valió en octubre de 1978, el Premio de la
Paz, otorgado por el Servicio de Paz y Justicia que
presidía el Premio Nobel de la Paz, el argentino
Pérez Esquivel.
En 1979, cuando Chile estuvo al borde de una guerra
limítrofe con Argentina, y rompió relaciones
diplomáticas con Perú, Blest participó activamente
en la creación de la Liga por la Paz, que tenía por
objetivo movilizar a la opinión pública en favor de esta.
Una vejez pobre y silenciosa
Clotario pasó sus últimos días en la enfermería de la
Iglesia de la Recoleta Franciscana en un pequeño
cuarto, atendido por los padres franciscanos.
Solo y pobre, con su mameluco azul y un cordón
franciscano amarrado a su cintura, el ahora anciano
de 91 años, fue poco a poco extinguiéndose,
hasta que una enfermedad respiratoria terminó
con sus días el 31 de mayo de 1990.
Fuente: Cristián Guerrero Lira, Fernando Ramírez Morales e Isabel Torres Dujisin.
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